Elisa estaba cerca de los cuarenta años y no tenía hijos, ni pareja. Su trabajo le permitía disfrutar de un pequeño apartamento en el que sentirse libre y a gusto. No le gustaba demasiado atender a gente enfadada en el Departamento de Quejas de una cadena de tiendas online, pero ya llevaba diez años haciéndolo y si no había cambiado de empleo, debía ser porque había muchas otras cosas que le gustaban de sus tareas y aquello que se hacía más duro quedaba disipado entre todo lo demás.
El ambiente era agradable entre los compañeros y todos los trabajadores de la empresa recibían el mismo trato cordial de sus superiores. Las oficinas eran un espacio abierto con muchas mesas separadas y cada persona que las ocupaba llevaba auriculares y tenía una pantalla delante, con su ordenador y su boli y libreta de incidencias. Además de rellenar los formularios del programa que usaban, debían apuntar en esa libreta una lista esquemática de los problemas por los que llamaban los clientes. Al final de la jornada, después de cerrar las líneas, todos los trabajadores debían introducir esa lista en un archivo de sus ordenadores, para tener un registro informático de todas y guardar detalles que sólo se aprecian tras la reflexión al cabo del día. No les estaba permitido introducir esa lista antes, puesto que los jefes creían que esta manera de ver y leer al menos dos veces cada queja, les ayudaba a memorizarlas o como mínimo a tenerlas más frescas que si las hubiesen visto brevemente una sola vez.
Es indiscutible que un repaso del trabajo realizado al final del día podía resultar hasta reconfortante. Al menos eso creía Elisa. Igual que Biel, que tampoco tenía ningún problema en quedarse un ratito más para especificar algunas reclamaciones y marcar correctamente las que quedaban abiertas, pendientes de seguimiento para su resolución. Y no eran los únicos, puesto que la empresa entendía que las horas extra debían ser recompensadas y los trabajadores podían elegir entre cobrar esos ratos de más, o acumularlos para disponer de algún día extra de reposo. Les costó entenderlo años, pero al final, los empresarios se dieron cuenta de que las personas actúan con motivación y entregan su dedicación cuando son tratadas con respeto y de la mejor manera posible.
Elisa se llevaba muy bien con Marta, una compañera que vivía cerca de su apartamento. Parecería una coincidencia increíble si no fuese porque todos los trabajadores de esa empresa vivían en un sector geográfico no más lejano de 5km de allí. Después de declararse Ecoempresa, esta tenía la obligación de contratar a personas cuyos domicilios estuviesen tan cerca como para que pudiesen ir andando. A estas alturas, nadie se cuestionaba el hecho de que caminar una hora diaria disminuye el riesgo de padecer un montón de enfermedades y es un regalo para nuestro cuerpo. Era más bien una responsabilidad llevarlo a cabo.
No solían salir juntas porque Marta siempre acababa antes que Elisa, pero ese viernes 20 de diciembre acabaron sus tareas casi al mismo tiempo y coincidieron a la salida. Así que para celebrarlo, fueron juntas a dar una vuelta por la ciudad, alumbrada por luces que encienden sueños por esta época del año.
- ¡Qué bonito está todo! ¿Verdad, Marta?
- Sí, es agradable pasear bajo las decoraciones de Navidad y ver los escaparates tan bien montados para la ocasión…
- A pesar de ser las mismas decoraciones que hace cinco años, cuando la ciudad compró todos esos materiales reciclados y diseñó estos bosques de luz…
- Sí…Nadie imaginaba que se podrían crear tantas figuras, para tantas calles y colgar tantísimos metros de cable con lucecitas consumiendo tan poco…
- Es que ¿quién iba a decir que la gente colaboraría reduciendo drásticamente el consumo de energía, para dedicar ese ahorro al alumbrado público de estas fechas?
- No hay nada como la fuerza de voluntad de las personas cuando se juntan para conseguir un objetivo común…
- Tienes razón, Elisa. Además, desde el primer año que lo hicimos, nos hemos acostumbrado a consumir justo lo necesario y no sólo de luz…
- Es verdad. ¿Has pensado en los regalos que vas a hacer a tu familia y amigos?
- Tengo algunas ideas que pueden funcionar...
- Yo lo tengo casi todo pensado. Creo que mi padre necesita unos zapatos nuevos, así que le acompañaré a comprárselos. Para mi madre había pensado en una invitación a una sesión de meditación, para que lo pruebe. Y para mis sobrinos, el mejor regalo: libros, como cada año.
- Muy bien. No puedes fallar con un libro. Yo he pensado que a mi hermana Clara le regalaré una entrada para una exposición sobre hongos y setas que hacen en el Museo de la Ciencia. Creo que le va a encantar. Y para mis padres, que se jubilan este año, creo que les voy a regalar un vale de tiempo en una protectora de animales no humanos.
- ¿Un vale de tiempo? ¿Y cómo funciona? No he oído hablar de ello…
- Pues es como una invitación gratuita a una protectora para ayudar a lo que sea necesario, durante el tiempo que tú decidas estar. Puedes ir para una hora, una mañana, una tarde, un día entero…
- Me encanta la idea.
- Sí. Podrías invitar a Biel y vais juntos un día.
- ¿Pero qué dices?
- ¿Qué pasa? Igual es hora de reconocer que te gusta, porque se te escapan las miradas, Elisa…
- Bueno, pero ¿qué quieres que haga?
- ¡Pues hablar con él!
- ¡Qué arriesgado! ¿Y si me confundo y no siente ni la mitad de lo que yo siento?
- Mira Elisa, arriesgado sería que no le dijeras nada y él estuviese igual de colado por ti… ¿Qué hay más triste que perder el tiempo cuando uno ama?
- Tú lo tienes muy claro, y yo lo que tengo son muchas dudas…
- Pues tranquila, que yo insistiré lo que haga falta. No sé si me equivoco al interpretar los detalles que tiene contigo, pero estoy convencida de que lo mejor es hablar con él. Indagar y descubrir la verdad, sea cual sea…
- Si en el fondo sé que tienes razón, pero aún no estoy preparada para afrontar que tal vez esté confundida… Me agarro a la esperanza y aún no podría aceptar que me equivoco; si es que me equivoco…
- Bueno, no hay prisa. No conviene acelerar las cosas…Tú, ves pensando…
- Claro, sí. Eso haré. Pero en cualquier caso, la idea del vale de tiempo me parece genial…
- Sí. Hay varios espacios que aceptan estos vales de tiempo o participación, no solo las protectoras de animales no humanos. Pero una vez has participado en una, te das cuenta de lo necesaria que es tu ayuda allí, a nivel monetario, físico y emocional. Yo hace tres años que ayudo en una y cada vez le dedico más tiempo libre. Es muy duro constatar que hemos avanzado mucho como sociedad, pero los humanos siguen pensando que son superiores al resto de animales.
- Sí, el cambio hacia la igualdad va demasiado lento. Y hay que dar gracias a que salió la ley que obliga a todos los restaurantes a tener opción vegana.
- Menos mal…no sé cómo lo hacíamos antes…
- Pues no salíamos a comer fuera o salíamos poquísimo…
- Es un alivio poder quedar con todos nuestros amigos sin que unos tengan que renunciar a comer algo que les gusta comer de vez en cuando. No obstante, desde entonces, muchísima gente se ha hecho vegana. No hay nada como tener facilidades para cambiar...
- ¿Te has enterado de que este año el lote se lo lleva Mireia?
- ¿Ah sí? No, no tenía ni idea. Pues tiene mérito que se haga vegana, porque mira que era bruta, siempre hablando de lo buena que estaba la carne…
- Sí, pero hace tiempo que al hablar con ella yo me daba cuenta de que había cambiado su perspectiva respecto a la alimentación. ¿No lo habías notado tú?
- Sí, sí. Ya no le ríe las gracias a Mariano cuando cuenta sus chistes de cerdos o cabritos. En realidad cada vez se queda más solo, el hombre. Espero que no tarde mucho más en darse cuenta de que molesta y cambie de una vez su actitud…
- Sí. Cada vez es más evidente que su falta de respeto está fuera de lugar.
- Oye, pues me parece muy bien que Mireia se lleve el lote por ser la siguiente vegana de año nuevo. ¿Y no hay nadie más que se lo lleve?
- Es que ya casi todos los de nuestro Departamento somos veganos…además de Mariano, Bruno, Ester, Antonio, Natalia y Ana, ¿quién falta por dar el paso?
- Creo que nadie… Es verdad. Me acuerdo el año pasado que fueron tres personas que se llevaron el lote.
- ¿Ves cómo avanzamos?
- Sí, pero las protectoras siguen teniendo huéspedes…
- Bueno, pero la semana pasada me dijeron que las adopciones han crecido un 25% respecto al año pasado y por primera vez, no hay saturación de espacio para todos los inquilinos. Ha sido algo extraordinario. A ver si sigue así el año que viene...
- Sí, ojalá. Pero las dos sabemos que por muy bien que estén en un recinto como el de las protectoras, siguen pasando la mayor parte del día encerrados en un espacio muy pequeño, con frío, calor y sin una familia estable que lo arrope con su vida y cuente con él para todo.
- Sí, lo sé. ¿Sabes lo que he pedido como regalo de Navidades este año?
- Dime…
- He escrito a todas mis amistades y familia para decirles que si pensaban hacerme un regalo, lo que me haría realmente feliz es que hicieran una donación a la protectora en la que colaboro.
- ¿No me digas?
- Sí. No necesito nada urgente, y encuentro que es la mejor excusa para recaudar algo de dinero para ellos, que sí que lo necesitan.
- Me parece un gesto muy especial, Marta…
- Bueno, no sé. Para mí es un paso más que quería dar. Tengo la suerte de no necesitar nada en estos momentos y de tener personas que me aprecian a mi alrededor. O sea que para mí es realmente un regalo pensar que con su ayuda ayudamos todos a que mis amigos peludos estén mejor atendidos y tengan más posibilidades de encontrar una familia. Más medios significa más y mejor trabajo.
- Marta, ¿te importaría si un día me acerco contigo a una protectora?
- ¡Por supuesto que no! Me haría muy feliz que me acompañaras. Pedimos un vale y verás cómo no te arrepientes.
- Perfecto. ¿Sabes el parque que tenemos a cinco minutos de casa?
- Sí.
- Pues cada vez que voy a pasear por ahí, pienso que sería más feliz si compartiese mi paseo con un perro. Así que me estoy planteando adoptar uno…
- No me digas, Elisa… ¡No sabes lo feliz que me hace oírte! Muchas veces, cuando vienes a pasear conmigo y con Wendy, he pensado en sugerírtelo, pero estas cosas se las tiene que proponer uno mismo…
- Claro… Llevo algún tiempo considerando si podría ofrecerle una vida feliz, sin complicaciones a alguien peludo. Y como no sé mucho sobre gatos, creo que empezaría adoptando un perro.
- Entonces, ¿va a crecer nuestra familia?
- Creo que sí…
- ¡Me late tan fuerte el corazón que podría volar de alegría!
- Llevo años viendo a Wendy vivir contigo y me parece que hay espacio de sobra en mi vida para invitar a alguien de cuatro patas como ella. Antes hablabas de no perder el tiempo y yo creo que estoy preparada para esto…
- Fíjate…parece una señal…hemos ido a parar a una tienda de animales de cuatro patas, como tú dices. ¿Y si compramos una mantita para empezar a hacerte a la idea?
- Pues tal vez sí… Siempre viene bien una manta más.
- Yo aprovecho para comprar unas cuantas. Así se las podré llevar mañana sábado a Jorge, el chico que lleva la protectora con la que colaboro.
- Pues mañana no tengo planes. Se me ocurre que, si te parece bien, yo también puedo comprar algunas mantas de más y mañana te ayudo a llevarlo todo.
- Me encanta la idea. Es invierno y no te imaginas lo necesarias que son. No hay tiempo que perder. Mañana vamos juntas. Tengo muchas ganas de que los conozcas a todos. Muchas gracias Elisa. No sabes cuánto significa lo que estás haciendo…
- ¡Qué ganas tengo de que llegue mañana!
Mientras, en una protectora…
- Rayo, ¿estás despierto?
- Pues claro… Esta noche aprieta el frío…
- Es que estaba pensando que mañana es el gran día…
- Sí, Petra, mañana es el día del paseo largo y siempre te entra un poquito de ansiedad la noche antes…ya me acuerdo.
- Desde que he oído a Jorge decirle a Mónica que mañana toca la caminata anual, estoy tiritando…
- Será el frío, Petra…intenta pensar en algo calentito, como tumbarse al solecito en verano… A veces funciona…
- No, no, Rayo. Lo mío no es por el frío…
- Ya lo sé, Petra.
- Es que… ¿Y si se olvidan de mí otra vez? ¿Y si me despisto y no les oigo llamarme? ¿Y si me pierden? ¿Y si me pierdo yo?
- Petra, recuerda lo que siempre te digo yo, y los demás. Sólo porque un humano fuese capaz de echarte de su vida y abandonarte sin mirar atrás, no significa que todos sean capaces de hacerlo.
- Sí, sí, exacto. Tienes razón. Eso hay que pensar… Es que me lío con los recuerdos y mañana y la caminata y se me olvida lo importante…
- Yo te lo repetiré siempre las veces que haga falta, Petra, no te preocupes…
- Gracias Rayo. Y entonces ¿qué hago mañana? ¿Me escondo en la jaula para que no me saquen?
- No, Petra. Te vienes con todos nosotros. ¿Qué no ves que estaremos todos juntos? Todo irá bien…
- Sí, sí. Yo me quedaré bien cerca de Jorge. A su lado no temo nada…
- Noooo, Petra. Mañana es una oportunidad para oler cosas que nunca olemos, mañana podremos rastrear, corretear, brincar, jugar, ladrar, hacer croquetas en el barro, estirarnos en un charco…
- ¡Uy, nooo! ¿Estirarnos en un charco con este frío? ¿Estás loco?
- Bueeeno, tienes razón. Dejaremos el charco para otro momento. Pero, ¿qué me dices de todo lo demás?
- Pues que suena muy bien, Rayo.
- Bueno, pues ahora a ver si dormimos algo para disfrutar mañana en plena forma…
- Vale, vale, sí… Gracias, Rayo. Siempre sabes qué decir.
- Buenas noches, Petra…
- Buenas n… Espera, Rayo. Tengo una pregunta…
- Dime…
- ¿Crees que algún día, algún humano vendrá a buscarnos?
- ¿Te refieres a si alguno nos llevará a una casa calentita, sin humedad, nos dará de comer siempre y nos paseará tres veces al día durante mucho más rato que aquí?
- Sí, sí, eso quiero decir...
- Pues claro que lo creo, Petra. ¿Por qué íbamos a estar aquí, si no? Esto es un refugio, un lugar de paso en el que nos cuidan mientras esperamos a que alguien nos lleve a un hogar definitivo.
- Ah, claro, claro… Es que hay algo que me inquieta, Rayo.
- Dime…
- Si alguien te viene a buscar a ti, y no a mí… ¿Quiere decir que nunca nos volveremos a ver?
- Pues no lo sé, Petra. No está del todo claro. Supongo que dependerá del humano que tenga un hogar para ofrecer…
- A mí me gustaría ir contigo, Rayo…
- Y a mí también, contigo Petra. Por eso haremos como siempre hacemos…portarnos bien, ser buenos amigos y no separarnos más que para ir a nuestras jaulas.
- Trato hecho… Hay que dejar claro el mensaje, ¿verdad?
- Sí, exacto.
- Bueno, pues ahora vamos a descansar, Rayo.
- Sí. Que descanses mucho, Petra…
Tú también, Rayo…
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