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LA GASOLINERA III

¡Cuidado! Estás a punto de leer la tercera parte de la historia La gasolinera. Te recomiendo que, si no has leído las aneriores, cliques en La gasolinera y en La gasolinera II para leerlas. Si ya lo has hecho...adelante...


Qué agradable y qué emocionante es volver a sentir a alguien abrazándome. Hacía meses que no llevaba a nadie en mi moto. Es pronto para saber si esto puede llegar a ser amor con mayúscula, pero siempre es un placer reconfortar a una persona y que esta te reconforte a ti. Sobre todo cuando te enfrentas al rechazo constante de los demás a diario. Sentir su corazón latiendo en mi espalda es un plus. Disfruta de cada detalle, Miguel, que en cuanto se entere de lo que haces, se acabó. ¿Y si consigo distraerla para que se le olvide y no me pregunte? O mejor aún, ¿por qué no le miento como he hecho con tantas otras? Bueno, quizá porque ya es tarde para eso. Por algún motivo no he podido mentirle a ella desde el principio y, al no decírselo, ya se ha creado un misterio que la desconcierta. Además la he predispuesto para rechazarme diciendo que sé que no le va a gustar lo que hago… Vaya desastre soy…


Céntrate Elena, que divagas, te dejas llevar y ya sabes lo que pasa. Pero bueno voy a dejar de estrujarlo tan fuerte que lo voy a asfixiar. A ver, en cuanto lleguemos y tenga localizadas las vías de salida en su casa, le pregunto a qué se dedica. No entiendo por qué un oficio puede causar tanto rechazo. Ya lo he pensado todo y nada me parece tan grave como para que le preocupe tanto decírmelo. No sé… Aunque también me da cierto apuro verle tan esquivo con el tema. Igual es mejor no saberlo. ¿Y si dejo que siga la noche así…con lo bien que va? Si algo hemos aprendido en este mundo es que cuanto menos sepamos, mejor. Como siguen diciendo algunos gurús: "La ignorancia es medicina para la felicidad". Me he pasado la mayor parte de mi vida acostumbrada a no saber y a no preguntarme lo que intuyo que no me va a gustar. No pasa nada si apuesto por la ignorancia una vez más hoy ¿no? ¿Para qué incomodarle a él, perturbarme yo y estropear un momentazo como el que se viene? Buaaah… Pues no, igual no se lo pregunto. A ver, me está tratando bien, me ha venido a buscar porque estaba preocupado por mí, me presta habitación en su casa, me va a dar de cenar (con el hambre que tengo) y no me ha dado mal rollo en ningún momento. ¿Por qué estropear todo esto? ¡Es que promete, lo mire como lo mire! Aunque sea esta la única noche que pasamos juntos en la vida, va a molar. Por eso, ¿para qué hacer preguntas incómodas? A ver, no estamos haciendo daño a nadie ¿no? Pues ya está. No hace falta conocerse con todo detalle para pasarlo bien. De hecho, si lo pienso, es hasta raro que justo con él haya sentido la necesidad de saber quién es, qué hace… No sé qué querrá decir. Pero sí, fue escucharle hablarme la primera vez y querer saberlo todo. Hubo ahí una conexión, sí… Por eso, ¿para qué lo voy a estropear todo?


Nada Miguel, si se te ha encendido la llama de la sinceridad con Elena, no puedes ignorarla. Exacto, va a seguir ahí quemándome hasta que la apague al contárselo. En cuanto lleguemos a casa, se la enseñe y estemos tranquilos, se lo cuento. Y que sea lo que tenga que ser...


Decidido. No le pienso preguntar nada. Cambio de chip, Elena. Tú a tu aire y a aprovechar la noche. Me bajo de la moto y le planto un besazo a fondo, así, "pimpam" y sin pensar llegamos al tema… Uy, entramos en el garaje. Claro, ¿por qué iba a dejar la moto en la calle? Qué oscuridad madre mía, ¡no veo nada, joder!


— ¡Miguel! ¡Enciende una luz, por favor, que no veo nada y me agobio mucho cuando…Es que me ahogo. ¡Uuuf, uuuuf! Buuuuf… En seguida me mareo hiperventilando…cuando…estoy…¡Encerrada…sin ver…nada!

— Ya voy, Elena, perdona, que no encontraba el interruptor. Como nunca lo uso…

— Aaaah, jajajaja, claro claaaro… Perdona… Perdón por el numerito de histeria...

— Es normal, a mucha gente le da miedo la oscuridad. Siento haberte asustado.

— Sí…no pasa nada.


Madre mía, que no pasa nada digo, ¡pero si casi me da un infarto, joder! A ver cómo me calmo ahora…


— Entremos en casa.

— Vale…


— Bueno, pues aquí vivo, Elena. Ya sabes donde está la cocina, el baño, tu habitación…bueno, si te gusta. Si lo prefieres, puedes dormir en el sofá. Es muy cómodo.

— En la habitación me parece genial. Es una casa muy acogedora, Miguel. Después del susto en el garaje, creo que podré relajarme.

— ¿Quieres un vaso de agua?

— ¿Un vaso de agua? Sí, vale, gracias.


Ooooh, qué bien sabe el agua cuando a una se le ha secado la boca de golpe por un susto de muerte…Ya está. Energía repuesta. A ver si recupero mi plan…


— Lo siento, Elena, no suelo tener otras cosas para beber. Yo bebo agua y no esperaba tener visitas…

— Bueno, no hay nada más sano que el agua ¿no?

— Ya, pero lo sano no es lo que más suele gustar…

— A mí sí que me gusta…

— ¿Sí?

— Sí…

— ¿Te gustan las cosas sanas?

— Sí, claro que sí…

— Bueno, bueno, espera, Elena, que contra más te acerques, más difícil es esto.

— ¿El qué?

— Pues que…

— Dime Miguel…

— En serio, espera, que tengo que… Creo que ha llegado el momento de hablar…

— ¿Hablar?

— Sí.

— Aaaah, no Miguel, no tenemos nada de qué hablar. No tienes que explicarme nada…

— No, ya lo sé, Elena. Pero quiero hacerlo, elijo hacerlo.

— ¿Pero por qué?

— Lo mejor será que te lo enseñe…


Joder, me ha dado un escalofrío en todo el cuerpo al coger con mis manos, su mano extendida. Tiene la marca Æ en la palma de su mano izquierda, justo en el hueco del pulgar. Había oído que es un tatuaje de un tamaño muy discreto y ahora que lo tengo delante, puedo corroborarlo. Bueno ¿y ahora qué coño hago?


— Miguel…

— Dime.

— ¿Eres un Anulador de Exterminadores?

— Sí.

— Joder, joder, joder…

— Tranquila, Elena, tranquila…

— ¿¡Pero cómo voy a estar tranquila si quitas vidas, Miguel, quitas vidas, joder!?

— Una vida como símbolo por cada vida perdida. Algunas personas lo llaman justicia.

— Joder, ostia puta, joder…

— Tu nombre no está en nuestra lista, Elena.

— ¿Aaah no? Vaya, ¡qué suerte tengo!

— Pues sí…

— Mierda, ¿me estabas siguiendo? ¿Me pinchaste la rueda? Venías a por mí ¿no? Vale, confieso, joder… ¡Como pescado…y queso también! ¡Es muy duro dejarlo, joder! Es que lo intento y fallo, fallo, Miguel… Soy una mierda de persona con una voluntad de mantequilla…sí, ¡también he comido croissants de mantequilla! Pero solo aquel sábado que quedé con Andrea en una pastelería clandestina… Hey, Miguel, pero no como carne ni pollo ni pavo ni huevos desde hace meses enteros, eso tiene que contar ¿no?

— A ver, Elena, primero de todo, que te quede claro: no te estaba siguiendo, no te pinché ninguna rueda y fui a buscarte porque estaba preocupado por ti, no porque "fuese a por ti".

— Aaaaah, joder, bueno, como me va a dar algo, me lo voy a creer a ver si me calmo un pelín…

— No tienes por qué preocuparte. No tenemos ningún aviso de reincidencia. Estás dentro de la mayoría: en transición favorable.

— Bien, bien, estupendo, qué bien ¿no?

— Pues sí, porque quiere decir que ya eres consciente de lo que implica saborear un trozo de animal, por muy camuflado que esté con otros alimentos.

— Sí, sí, no te quepa duda. Entre las imágenes de vacas violadas, de separaciones de sus terneros, los degollamientos y las muertes sin aturdimiento en la publicidad de todos los medios, los carteles en las calles, los sonidos de dentro de los mataderos en los buses y en los pasillos del metro, creo que tengo ya asumido el sufrimiento que causamos a los demás por un momento de placer.

— ¿Todavía sientes placer al comerlo?

— ¡No, nooo! ¿He dicho placer? No, bueno, quería decir que, bueno, que el sabor…Espera, "el pensamiento del sabor" todavía me tienta y caigo… Pero luego, el remordimiento me atormenta. Me arrepiento tanto que tardo mucho en volver a sentir la tentación…

— Ah, claro…es normal…son fases del proceso de adaptación.

— Vale, vale…pero entonces ¿seguro que no me ha llegado la hora todavía? ¿Estoy a tiempo de conseguirlo?

— Seguro Elena. Todavía no te he mentido en ningún momento. Y todo depende de ti.

— Vale…genial, genial…yo tampoco te he mentido. Me siento tan culpable que podría hacerte una lista de todas las cosas que he comido y no debería haberlo hecho.

— No necesito esa lista.

— Ah, sí, es verdad. Lleváis un registro de todos los sitios que todavía sirven animales para comer y a todas las personas que los visitamos, nuestras elecciones y tal ¿no?

— Exacto.

— Está bien, no me parece mal ¿eh? Si queremos que funcione la transición, no veo otra manera de comprobar que realmente todas las personas dejamos de consumir.

— Sí. El control es algo que no nos gusta a nadie y a medida que vayamos impidiendo la importación ilegal de productos animales, la gente se quedará sin opciones y acabará de hacer la transición completa. Ya no harán falta esas medidas de registro. Y también mi trabajo dejará de ser necesario…

— ¿Cuántas personas han hecho ya la transición completa?

— ¿No te has enterado? Hace unos días se anunció que ya somos el 80% de la población.

— ¿No me digas? Es cierto que cada vez es más difícil encontrar un sitio clandestino. En el fondo, me alegro de que todo vaya tan rápido.

— Pues sí. Hay que tener en cuenta que muchísimas personas estaban tan dispuestas a cambiar sus hábitos, que en cuanto empezamos a mostrar la realidad en granjas y mataderos a gran escala, por todas partes, millones de personas dejaron de comer animales casi inmediatamente. Es como que necesitaban un empujón y ver los hechos desvelados por todas partes hizo el trabajo. La gente ya tenía bastante asimilado el concepto de empatía y quedó demostrada la voluntad general de dejar de discriminar a nadie por la razón que fuese.

— Claro, creo que no poder esquivar las imágenes ha sido clave en la transición masiva. Y está claro que la cosa funciona. Aunque nos cueste reconocerlo y aunque todavía haya quien diga que no se puede combatir muerte con muerte…

— Bueno, a mí me cuesta hacer mi trabajo. A nadie le gusta hacerlo ni que lo hagamos, porque desearíamos que no hubiese sido necesario. Pero lo más importante es no cometer errores, saber que la persona que anulamos es alguien que ha decidido no dejar de hacer sufrir a los demás. Si le hemos dado mil oportunidades, si ha hecho todas las terapias conocidas, pero ha seguido matando a animales, pues no merece estar entre nosotros. ¿Qué justifica la existencia de exterminadores? ¡Casi se cargan el planeta ellos solitos!

— Sí, es verdad. Entiendo, pero ya sabes que todavía hay personas que dicen que matar a alguien para que no mate es un acto muy extremo…


Este, este es el punto en el que siento que la tentación es más fuerte que yo. ¿Se refiere a lo que piensan los demás o lo piensa ella también? "Extremo" dice… ¿Y qué es criar a 900 millones de animales cada año para matarlos, sin tener ninguna necesidad de hacerlo? Buf, si Elena piensa así, todavía tiene mucho camino que recorrer para superar el discurso que nos oprimía a todas las especies del planeta. Claro, como es una medida que implica matar a seres humanos se considera que está mal, pero si se trata de matar a otros que no son humanos ¿no es tan grave? Buf, qué tentador, joder. Solo tendría que encerrarla en la habitación del sótano y hacerle la mitad de todo lo que les hacen a ellos. Eso aceleraría su transición. Antes de la tercera lesión creo que ya habría asimilado que nada justifica el sufrimiento de los demás. ¿Pero qué dices Miguel? No eres torturador, eres anulador. Y Elena no está en la lista, relájate…


— Perdona mi silencio, Elena. Se me ha disparado una cadena de pensamientos… Creo que esta va a ser una noche muy larga.

— Sí, Miguel. Ahora sí que tenemos que hablar. Y de hecho, hasta tengo ganas. Pero antes de nada, voy al baño un momentito…








La imagen de esta historia es de Thanos Pal.

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