La identidad de un país está compuesta por muchos elementos, pero ninguno de ellos es eterno ni inherente a un denominado lugar. Al igual que los países son invenciones, las características que sirven para crear una imagen de ellos y diferenciarlos unos de otros son también elecciones hechas por sus habitantes, por sus gobernantes y por sus empresarios a lo largo del tiempo. Con esto quiero decir que ninguna acción repetida o producto son inevitables o inmutables. Todas las tradiciones y todas las características de un país se pueden cambiar si así se desea.
Italia es conocida sobre todo por su gastronomía y sus monumentos; Francia es admirada por sus vinos, quesos, crepes y una larga lista de museos y monumentos. Alemania es conocida por sus salchichas, su cerveza, su historia reciente y algunos museos. Reino Unido nos ofrece la hora del té como momento de distensión del día, la ironía y el saber estar de sus gentes, además de su “fish & chips”. Con el paso del tiempo y gracias a la relativa facilidad para viajar por Europa y por el mundo que tenemos hoy, algunos hemos podido comprobar que estos países son mucho más que sus tópicos y que todos son injustamente identificados con iconos que bien podrían ser transformados o substituidos por otros más interesantes y enriquecedores.
Todas las tradiciones y todas las características de un país se pueden cambiar si así se desea.
El caso de España me preocupa porque se están vendiendo muchos rincones del país como lugares de juerga y vacaciones donde todo está permitido. Además se insiste en que el jamón sea un producto representativo e identitario. Pero olvidamos que, como las salchichas y el “fish”, es un producto que depende de la cría intensiva de un animal, lo cual lleva a su explotación sometiéndolo a unas condiciones de vida muy limitadas, por no decir pésimas e inaceptables. Muchos dirán que es el mercado el que elige cuál es el producto que más beneficios dará; otros dirán que es la gente del lugar y los visitantes los que piden y hacen crecer la demanda de este producto. No sé qué explicación me repugna más. En cualquier caso, en tiempos de acelerado cambio climático, sometidos globalmente a un modelo de producción y consumo insostenibles y con el conocimiento de ello que tenemos, creo que podemos hacerlo mejor.
No olvidemos que cada día tenemos la oportunidad de decidir qué queremos que nos defina, como colectivo en un lugar geográfico concreto y como individuos que constituyen una sociedad en la que sentirnos cómodos. Estos tiempos difíciles y tumultuosos nos invitan a re-definir entre todos, los rasgos de un lugar que refleje algo único y ejemplar de cada uno de nosotros, en cada país o en cualquier rincón del mundo. Podemos hacer historia escogiendo ser quienes queramos ser.
En tiempos de acelerado cambio climático, sometidos globalmente a un modelo de producción y consumo insostenibles y con el conocimiento de ello que tenemos, creo que podemos hacerlo mejor.
Tenemos en nuestras manos la posibilidad de cambiar nuestros tópicos y dar impulso a pequeños empresarios con iniciativas que, además de originales, son respetuosas con el medio ambiente. Podemos apoyar a empresas comprometidas con el comercio justo, el producto de proximidad y la gestión de residuos. Podemos elegir quien es España y podemos cambiar su rumbo. El turismo se puede reconducir, reenfocar y reinventar. Quien crea que es imposible otro negocio diferente al turismo barato de sol, playa, alcohol y fiesta nocturna, le invito a leer este artículo: El recuerdo de un episodio en la historia en Berlín
Se trata del “Checkpoint Charlie”, el más famoso de los tres puestos de control fronterizo del Muro de Berlín. Nada de lo que actualmente está en la misma calle y lugar donde se encontraba es original, todo es una réplica en memoria de los momentos históricos de extrema tensión que sucedieron en ese preciso punto. Con el tiempo y la visita de más de 4,5 millones de personas al año, la frivolidad ha borrado el significado real del puesto y no es más que un lugar conocido en el que hacerse fotos. Incluso había actores en el papel de soldados que se hacían la foto contigo si les pagabas.
El turismo se puede reconducir, reenfocar y reinventar.
Ahora estos actores y los negocios de souvenirs y de comida basura alrededor de este puesto de control teatralizado tendrán que transformarse y buscar otro futuro, porque el Ayuntamiento de Berlín va a retirar el Checkpoint Charlie en un intento por dignificar la memoria histórica, sin banalizaciones y sin negocios que se aprovechen de la desfiguración de la historia.
Todo se puede cambiar. Con la ayuda de una política más dedicada a la cultura, al disfrute, la exposición y promoción del Arte, con el objetivo de mostrar, re-educar y entender la historia desde el respeto, se activa la convivencia, la fraternidad y se pueden transmitir cosas extraordinarias dignas de admirar o recordar. Berlín parece haber entendido esto y los demás podríamos aprender de ellos.
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