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Reflexiones en pandemia 9

He visto un vídeo del escritor y periodista Víctor Amela de una Ted Talk que dio hace poco, en la que hablaba del poder de la inmortalidad que la Literatura otorga. Entre otras cosas, menciona una frase de su abuelo que le marcó hasta el punto de escribir una novela partiendo de esta: “Yo pude salvar a Lorca”. Entiendo que a él le hayan impactado estas palabras durante toda su vida, pero a nosotros también nos impacta oírlas y leerlas. Más allá de la novela que lleva por título esa afirmación, hoy me he parado a pensar en la figura y el trabajo de los verdugos. Pienso en los crímenes cometidos durante el Holocausto, en los asesinatos por pena de muerte y en las matanzas que supone la explotación animal.

La teoría sobre la banalidad del mal de Hannah Arendt sirve para explicar cómo alguien puede creer tanto en una causa como para hacer lo que se le ordene o “sea necesario” por esta, sin cuestionarse si es moralmente aceptable para él/ella mismo/a o no. Ante radicalizaciones, el avance de políticas de derecha y la nueva realidad social que se está tejiendo con el hilo de la desigualdad, conocer esta teoría puede evitar que sigamos cayendo en el maquiavelismo de justificar cualquier medio para conseguir un fin.

El artículo que nos ofrece Yayo Herrero en Ctxt nos recuerda que el agua es vital para la vida en nuestro planeta y no es un recurso infinito: “La cantidad de agua que hay hoy en la Tierra es la misma que había en el año 1800, pero la población humana ha pasado de los mil millones de personas que había en aquel momento a más de 7.700 millones en la actualidad y con unos estilos de vida, sobre todo en los países más enriquecidos, mucho más consumidores de agua”. Estos y otros datos mencionados nos muestran la necesidad de cambiar nuestros sistemas de producción. Se nos olvida lo afortunados que somos al abrir un grifo en nuestras casas y obtener agua potable. Empresarios y gobiernos miran hacia otro lado tratando de ignorar el hecho de que los recursos naturales son finitos. Pero si nos preocupa el futuro de los seres vivos de este planeta nuestra única opción es dejar de destruir ecosistemas. Como consumidores debemos entender que esto implica sacrificios y empezar a asumir que tener menos para uno es tener más para todos.

Encontré este artículo en el New York Times y me parece el mejor que he leído sobre alternativas para sobrellevar la distancia entre personas que debemos mantener para evitar el riesgo de contagio de COVID-19. Si damos abrazos, hagámoslo de la manera más segura y reconfortante posible. No hay excusas, pero sí alternativas. Mantengamos la distancia, protejámonos y protejamos a los demás.

Este verano la WWF y SEO BirdLife publicaron un informe sobre el envenenamiento de la fauna silvestre en España del 1992 al 2017. Es difícil de calcular, pero estiman que 200.000 animales murieron en esos 25 años por haber sido envenenados. No solo es la caza, los tendidos eléctricos, los atropellos y el maltrato. El envenenamiento también es una causa evitable de la muerte de individuos de diversas especies y como consecuencia, de la destrucción de la biodiversidad. Este artículo de La Vanguardia da la alarma sobre los hechos: “El veneno más utilizado en España es el carbamato aldicarb, sustancia prohibida desde el año 2007 y que aparece en el 40% de los episodios registrados”. Me pregunto si se sigue vendiendo este producto estando prohibido. De ser así, la única manera de acabar con este atentado al medio ambiente y a la vida de los demás sería eliminarlo del mercado. ¿Por qué a veces ni siquiera las prohibiciones son suficientes?



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