top of page
  • Foto del escritorUnaLijadora

Saber pedir perdón

¿Por qué dejamos que un móvil absorba toda nuestra atención y nuestro tiempo? ¿Hay algo más valioso que podamos ofrecer en esta vida? Sabemos que detrás del contenido que consumimos en nuestro dispositivo hay grandes compañías que se han especializado en robarnos ambas cosas. ¿Por qué estamos tan dispuestos a dárselo todo sin oponer resistencia? ¿Por qué no nos autoimponemos límites? Parece que no sepamos lo que nos estamos perdiendo.


Iba un día corriendo por un camino ancho por el bosque, como hago habitualmente, y casi me atropella un hombre en bici. Se acercó tanto a mí que cuando quise girar a la izquierda, me lo vi encima y di un pequeño grito de susto. No esperaba encontrarme a nadie tan cerca. El ciclista frenó, recondujo con torpeza el manillar de su bici para esquivarme y se marchó. Yo le grité: "¡Dame distancia!" Me había espantado y eso fue lo que se me ocurrió expresar.


Su respuesta es la razón por la que escribo este artículo. Mientras seguía su camino, me gritó: "¡Es que voy mirando el móvil!". No dijo una sola palabra ni hizo gesto alguno de disculpa. ¿Qué quiere decir su respuesta? ¿Que como va mirando el móvil, no puede atenderme o que le importa poco si me atropella? Tal vez crea que la información en su móvil es más relevante que lo que le rodea. Entiendo que como iba mirando el móvil, no me vio. Vale, eso es obvio, pero ¿debo entender que iba despistado y aceptar las consecuencias? Si un pájaro hubiese captado su atención y le hubiese distraído hasta el punto de perder el control de su bici, comprendería que no me hubiese visto y hasta aceptaría el posible accidente. Un pájaro merece nuestra atención tanto como un ser humano.


Sin embargo, me perturba que fuese el móvil lo que le robaba la atención. Me niego a justificar un error por ir mirando un móvil. Nada de lo que el móvil nos muestra mientras estamos haciendo otra acción es urgente. Todo lo que nos ofrece se puede postponer. Tenemos el poder de ignorar nuestras pantallas. Reconozcamos que se puede evitar mirar un móvil mientras se hacen otras cosas. Tal vez no se pueda escapar de la mirada de una ardilla, de los colores de un árbol, de las flores del borde de la acera o de una nube con forma de dragón. Estas escenas son transitorias y requieren nuestra atención en un preciso instante. Incluso tienen el poder de detenernos solo para contemplarlas.


No obstante, creo que se debe huir de la tentación superflua de mirar un móvil cuando uno está ocupándose de otras cosas. Se puede evitar y no es necesario mirar una pantalla mientras se va en bici. Si necesitas direcciones, paras, miras el mapa y continúas tu camino. O enchufas unos auriculares para oír las indicaciones sin tener que mirar el trasto.


Si se trata de leer mensajes, ver vídeos o consultar otras cosas, sería de agradecer que como mínimo, por seguridad y por respeto a los demás, lo hiciéramos quietos, sin desplazamiento que valga. Demasiada gente va caminando por la calle con los ojos en una pantalla. Te puedes chocar, puedes pisar una caca y seguro que te pierdes los ojazos sonrientes de alguien que va contento por la vida.


Por otro lado, me pregunto: ¿por qué nos cuesta tanto pedir perdón? A nadie le gusta que le señalen sus errores o le digan que ha hecho algo mal. Pero tenemos que estar dispuestos a aceptar críticas y a encajarlas todas, sean las que sean, de la mejor manera. No somos perfectos, nos equivocamos y hacemos daño —a veces sin querer—. Por eso, cuando alguien nos indica que algo que hemos hecho le ha molestado, es de agradecer una disculpa. Sin embargo, tendemos a intentar justificarnos dando todo tipo de explicaciones.


Hay quien llega a decir eso de "pido disculpas si alguien se ha sentido ofendido". ¿Cómo que "si alguien se ha sentido ofendido"? En todo caso será: "Pido disculpas porque sé que he ofendido a algunas personas", por ejemplo. Después, puedes dar tu opinión, pero no sirve de nada dedicarse a maltratar la forma básica de una disculpa. Las palabras que se escogen para expresarse importan y marcan la diferencia entre ideas, mensajes e intenciones. Realmente parece que hayamos olvidado lo que significa pedir perdón.


Decir "lo siento" no es admitir la culpa, sino mostrar que te sientes mal por haber hecho algo que ha molestado a alguien. Es la primera reacción que deberíamos tener, aunque esta implica cierto nivel de empatía y de humildad; dos valores que parecen estar en vías de extinción. En realidad, hay que ser valiente para decirle a alguien que nos ha ofendido o que lo que ha hecho no nos ha gustado. No sabemos cómo va a reaccionar, pero sí que no le va a gustar escucharnos. Por eso es aconsejable ser cautos y elegir nuestras palabras para arreglar una ofensa.


Aquel que escucha una queja debe tener esto en cuenta y por mucho que crea que el comentario no es justo y por mucho que le cueste dudar de su comportamiento criticado, debe saber pedir perdón. Luego, lo más fructífero es reflexionar sobre lo que nos dicen, preguntarnos si tienen razón y decidir si estamos de acuerdo. Entonces, modificaremos nuestro proceder o seguiremos actuando como lo hacemos si no lo vemos como un error. Pero en todo caso, nos lleva tiempo ver y reconocer nuestros errores y mientras consideramos si los cometimos o no, podríamos mostrar respeto a quien nos señala algo que hemos hecho supuestamente mal.


Lo fácil que hubiese sido que aquel ciclista en el bosque me hubiese gritado: "¡Perdona!" desde la bici. Yo me habría quedado tan tranquila y hubiese seguido corriendo. Pero su respuesta me dejó perpleja. No vivimos solos. Por nuestro bien deberíamos tratarnos mejor y pensar un poco en lo que decimos y en cómo lo decimos. Y sobre todo, deberíamos re-aprender a escuchar lo que no nos gusta escuchar. Es una de las reglas básicas de la cortesía, una herramienta más necesaria que nunca para huir de la falta de respeto y de la falta de humildad; del individualismo y del egoísmo excesivo.



La fotografía de este artículo es de Laura Muñoz @unbichoinquieto

  • Instagram
  • Twitter
bottom of page