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Dejemos de ser traidores

La ganadería extensiva se ha convertido en la opción más aceptada para seguir consumiendo productos de origen animal. En los últimos años, ha aumentado su presencia en publicidad, en redes sociales y en los medios. Han recuperado la imagen idílica de lo que solía ser una granja hace más de 50 años y la promueven con un discurso basado principalmente en el amor hacia los animales que crían.


Granjeras que se autodefinen como ecofeministas alzan su voz para proclamar que cuidan a los animales a su cargo. Se esfuerzan por alejarse del modelo de explotación intensivo demonizándolo y enfatizando las diferencias más vistosas respecto al suyo. Pretenden dar sosiego a nuestras conciencias para que sigamos consumiendo carne y productos animales creyendo que actuamos éticamente.


Nos muestran fotografías, vídeos de vacas y ovejas pastando “libremente” por el prado o la montaña. Las llaman por su nombre, juegan con ellas y las acarician. Uno podría llegar a creer que estos animales en sus manos llevan una vida digna y que lo único que les produce sufrimiento es la muerte, pero que incluso eso se lleva a cabo rápido, en un momento, y que ellos no se enteran de nada.


Sin embargo ¿debemos creernos todo lo que nos muestran? ¿No será una fachada usada como estrategia de venta? Ningún vendedor confesará los puntos débiles de su producto ni lo contaminante que es o si su mano de obra ha sido explotada. Es cierto que los animales de granjas extensivas salen a pasear, pisan la tierra y sienten el calor del sol. Podemos decir que esto es mejor que pasar sus vidas enteras dentro de un local pisando excrementos sobre cemento y respirando un aire mal ventilado. No obstante, cualquier animal explotado está sometido a un criterio de rentabilidad, ya que tiene que sustentar a los granjeros que se hacen cargo de él.


Por este motivo, en ganadería extensiva se aplican las mismas técnicas legales y procedimientos que se emplean en ganadería intensiva. Si no lo hicieran, no sacarían beneficios por la crianza de animales y se dedicarían a otro negocio. El escenario es diferente y la relación con los animales también, pero estos siguen estando sometidos a una voluntad humana. Sus deseos y su libertad quedan sujetos al interés de sus criadores. Morirán en contra de su voluntad y con plena conciencia de ello cuando dejen de ser rentables.


A continuación, voy a citar fragmentos del testimonio de una ganadera publicado en euskera en Zuzeu, un medio digital de publicación libre. Josebe Blanco refleja con sus propias palabras una realidad menos conocida de la explotación extensiva en nuestra sociedad.


Esto es parte de un artículo publicado en Infoanimal, en el diario El Salto. Para seguir leyendo, clica en este enlace...


La fotografía es de Sam Carter.




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