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Mil millones de fallecidos

En el artículo Reflexiones 1 hice un comentario sobre los incendios en California. Los califiqué de catastróficos y quise que nos replanteáramos las maneras y recursos que existen hoy para prevenir y luchar contra el fuego. Me preocupaba la vegetación y las vidas humanas, pero sobre todo remarqué la necesidad de tener mejores procedimientos para salvar las vidas del resto de animales que sufren las consecuencias de las llamas en peores condiciones y con más desventajas que nosotros.

Por muchas razones me siento culpable por la muerte de más de 1.000 millones de animales.

Hoy siento la necesidad y obligación de escribir sobre los incendios en Australia. Llevan meses ardiendo y miles de personas llevan desde entonces trabajando sin apenas descanso ni sosiego, porque la tragedia está lejos de acabarse. Cuentan más de 25 fallecidos y cientos de heridos. Miles de personas han perdido sus casas y lo que tenían en su interior. Es suficiente para estremecernos por ellos. Pero las consecuencias de estos incendios van mucho más allá de estos daños.


Por muchas razones me siento culpable por la muerte de más de 1.000 millones de animales. Un billón. El número es tan grande que cuesta hacerse una idea en la cabeza. Pero a estas alturas creo que todos hemos visto imágenes de cientos de cuerpos calcinados en campos negros todavía humeantes. Esta es la imagen que debe perdurar en nuestro recuerdo para que la memoria no nos falle o por si alguien se atreve a decir que no ha sido tan grave y algún día pretende restarle importancia a los hechos.

Imaginemos que esos mil millones de animales fallecidos fuesen humanos.

Mil millones de animales fallecidos, hasta ahora. Intencionadamente digo “fallecidos” y no “muertos” porque creo que debemos hacer un ejercicio para valorar las dimensiones de esta desgracia. Imaginemos que esos mil millones de animales fallecidos fuesen humanos. ¿Nos sentiríamos como nos sentimos por ellos? ¿Estaríamos actuando como lo estamos haciendo? ¿Se habrían tomado otras medidas? Y sobre todo, ¿cómo pasará a la historia este episodio? Y ¿Qué aprenderemos?


Creo que para resolver estas cuestiones y dar con respuestas, hay que considerar estas mil millones de muertes como muertes humanas. Solo así dejaremos de ser egoístas e ingenuos y entenderemos que no estamos solos en este planeta y que todo lo que sucede a quienes lo habitan tiene un efecto en todos. Como sugiere Aymeric Caron en su libro Antispéciste, en el futuro, los humanos que no se crean superiores a otras especies mirarán atrás y sentirán vergüenza y dolor al ver el genocidio que perpetramos nosotros hoy. Tanto en mataderos como en verdaderos desastres ambientales como este.

Todos somos culpables de no hacer lo suficiente por preservar la naturaleza.

Puede que no fuesen 200 personas quienes iniciaran con cerillas los 200 incendios, pero todos somos culpables directos del aumento de las temperaturas. Todos somos culpables de no hacer lo suficiente por preservar la naturaleza. Todos somos culpables de no reclamar a nuestros políticos medidas directas urgentes para hacer nuestro sistema de vida sostenible. Todos somos culpables de 1.000 millones de muertes y las que vendrán si no exigimos un cambio radical, a nivel local y a nivel internacional.


Por supuesto dedico este artículo con toda mi admiración a las personas que han luchado y siguen luchando contra los incendios de Australia y de cualquier lugar. Doy las gracias a todos aquellos que están dedicándose a salvar, curar, aliviar y acompañar a todos los animales no humanos heridos. Creo que están haciendo una labor que beneficiará no solo a ellos mismos y a los afectados, sino al resto de la humanidad. Conocer su valor para gestionar las emociones ante tanta devastación y ante el dolor de otros es saber que todavía hay humanos en los que merece la pena creer. Quiero dar las gracias a voluntarios, bomberos, policías, militares, veterinarios, cuidadores y todos aquellos que estén colaborando en alguna labor de rescate.

Dedico este artículo con toda mi admiración a las personas que han luchado y siguen luchando contra los incendios de Australia y de cualquier lugar.

Tal y como expresó una australiana que vi en la cadena France Info el viernes 10 de enero, desde una de las zonas calcinadas de su ciudad: ella ha perdido su casa, pero ha salvado su vida gracias a su coche y tendrá otro lugar donde vivir gracias a su seguro, pero la mayoría de canguros, koalas y demás especies no tienen manera de escapar del fuego, ni tampoco tienen otro hábitat en el que sobrevivir o conseguir una segunda oportunidad. Esta mujer ha vuelto a su casa de ceniza y está atendiendo a todos los animales que puede. Tal y como los humanos reciben ayuda del ejército y de otros para obtener comida, cobijo y medicinas, ellos también tienen la misma necesidad. Todas mis palabras de agradecimiento son para todas las personas que actúan con responsabilidad. Merecen la admiración del resto que desearía ayudar pero la distancia les impide hacerlo como quisieran.

La extinción de especies en este incendio, la pérdida de familias enteras de cientos de animales y la destrucción de biodiversidad todavía es incalculable.

Muchas de las zonas devastadas son únicas en el mundo, lo que reduce la readaptación de sus especies autóctonas en otros lugares. La extinción de especies en estos incendios, la pérdida de familias enteras de cientos de animales y la destrucción de biodiversidad todavía es incalculable. Creemos que podremos vivir sin ellos, pero en los próximos años conoceremos las consecuencias de su desaparición. A esto se sumará el sufrimiento y los esfuerzos que tendrán que hacer los supervivientes para no sucumbir ante la falta de alimento, los ataques de depredadores por falta de cobijo, la contaminación del agua de ríos, la infección de sus heridas, etc.


Espero que no sigamos adelante con nuestras vidas como hasta ahora tras los incendios de Australia. Espero que todos cambiemos nuestra perspectiva, reconsideremos nuestro papel, nuestras acciones y persigamos un objetivo común: dejar de matar al planeta que nos permite vivir y al resto de sus habitantes no humanos, que tienen el mismo derecho de estar que nosotros.

No podemos seguir como hasta ahora; consumiendo como si no hubiese mañana y como si nada hubiese pasado.

Costará convencer al mundo de que las causas de esta desgracia son parte del cambio climático o calentamiento global. Es difícil demostrar una correlación de hechos directa, porque los efectos no suceden de manera inmediata y los hechos son fácilmente tergiversados por ingenuos e irresponsables. Pero están sucediendo y no podemos ignorarlos ni negarlos: olas de calor, anticiclones constantes que suben las temperaturas y hacen que se acumule la polución, lluvias intensas, sequía intensa, mayor peligro de catástrofes naturales violentas.


Quizá lo que debe mantenernos alerta son precisamente los hechos. No podemos afirmar categóricamente que los incendios son consecuencia del cambio climático, pero tampoco podemos negar que no lo sean. Tenemos que tomar conciencia de lo que puede llegar a suceder en nuestro planeta siendo o no los causantes de ello. Lo que importa es que no podemos seguir como hasta ahora; consumiendo como si no hubiese mañana y como si nada hubiese pasado. Espero que lo que está sucediendo en Australia quede en nuestra memoria, nos despierte y cambie una parte de nosotros.

Agradezco la implicación de todos aquellos que tienen en cuenta el impacto o beneficio de sus acciones en el mundo y en los demás.

Por eso aprovecho para dar las gracias a las personas que reciclan, que reducen su ingesta de carne, que comprueban el origen de los alimentos que consumen y eligen los productos de proximidad. Gracias a aquellos que comparten transporte o usan el público, aquellos que se desplazan a pie o en bici, aquellos que usan su tiempo para limpiar playas y bosques. Agradezco la implicación de todos aquellos que tienen en cuenta el impacto o beneficio de sus acciones en el mundo y en los demás.


Si esta desgracia no es suficiente para adoptar nuevos hábitos y dejar atrás prácticas nocivas para todos, ¿qué debe suceder? Deseo que este episodio de nuestra historia nos haga ver hoy la necesidad de rectificar nuestro rumbo y empezar a actuar a favor de los demás seres del planeta y de la naturaleza, porque los necesitamos. Y aquellos que duden de esta certeza y supongan que los humanos conseguirán vivir en un planeta sin otras especies, ¿qué tipo de planeta imaginan? ¿Querrían vivir en ese lugar? Apuesto a que no.


Algunas fuentes de información:


Por último, un artículo de David Bowman, profesor de Pirogeografía en la University of Tasmania. El autor sugiere una medida radical pero muy acertada a tener en cuenta. Pide que se reconsidere la temporada vacacional en Australia y se traslade a marzo o abril en lugar de diciembre y enero para que no coincida con los picos de calor del verano, ni se produzca el desplazamiento de miles de personas a los parques y bosques durante sus vacaciones. Esto disminuiría el riesgo de incendios accidentales y evitaría el trabajo extra de salvamento de personas desplazadas en zonas de riesgo como el que se ha llevado a cabo durante las tareas de extinción ahora.


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