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Responsables, no culpables

Esta semana he descubierto el trabajo de Eliane Brum, una gran columnista brasileña, gracias a la traducción de sus artículos en El País. Todos narran su experiencia actual a bordo del “Arctic Sunrise”, de Greenpeace, por la Antártida. Su manera de expresar lo que observa y la descripción del efecto que tiene en ella cada una de las experiencias que está teniendo son totalmente envolventes. Me llama mucho la atención la necesidad que tiene de dosificar las vivencias, puesto que son tan intensas que necesita darse tiempo para saborearlas, asimilarlas y guardarlas en su memoria sin que se acumulen una tras otra, sobrecogiéndola hasta el punto de perder sentido o reducir su valor.


Me identifico mucho con ella en este aspecto. Siempre procuro espaciar mis experiencias en el tiempo, porque esto me ayuda a mantener recuerdos nítidos sin mezclarse entre sí, ni hacerse sombra unos a otros. De esta manera, cada uno puede llegar y ocupar el sitio que necesite para quedarse. A veces nos obcecamos con la idea de que contra más cosas probemos y contra más cosas hagamos, mejor nos sentiremos. Se nos olvida que el objetivo básico de todo no es sólo disfrutar del momento que pasamos, sino también guardarlo con cuidado para que no nos abandone.

Se nos olvida que el objetivo básico de todo no es sólo disfrutar del momento que pasamos, sino también guardarlo con cuidado para que no nos abandone

Sin duda, los artículos de Brum merecen nuestra atención dosificada. Es un privilegio poder nutrirnos de paisajes de otros mundos, que no podemos ni deberíamos visitar. Después de leer sus palabras, no volvemos a ser los mismos. Gracias a ella, cerramos los ojos y estamos a su lado. Como ella dice, la Antártida y sus habitantes habrán pasado a ocupar un hueco en nuestro interior.


Además de la calidad y el poder de sus escritos, la autora se propone transmitirnos la necesidad urgente de reducir al máximo la huella humana que dejamos en el mundo y demostrar lo invasiva que es nuestra relación con otras especies como los pingüinos.


Casi dentro de la boca de la ballena La foto que comparte en este artículo es impresionante.


A raíz de algunos comentarios despectivos al pie de los artículos de Brum, tildándolos de “publicidad ecologista”, dando a entender que es una exagerada y una ignorante, he decidido contrarrestar la incredulidad y malinterpretación de algunos, que siguen queriendo ser ciegos o temen mirar. A continuación muestro un poco de información con la que me he encontrado justamente esta semana, con sus fuentes y bibliografía para quien quiera comprobar o investigar más allá:


La humanidad se compone hoy de 7,6 mil millones de personas. En masa, sólo representamos el 0,01% de la vida en el planeta (bacterias y plantas incluidas), pero nuestro impacto sobre el conjunto de la vida terrestre no tiene mesura. Desde hace tiempo constituimos el 36% de la masa total de mamíferos, y los animales de ganadería alrededor del 60%. Los mamíferos salvajes no constituyen más que el 4%. En cuanto a las aves, las que se destinan al consumo humano representan el 70% y las aves salvajes solamente un 30%. La masa total de la vida sobre la tierra está disminuyendo desde los inicios de la humanidad. Los investigadores estiman que hasta un 83% de los mamíferos terrestres, el 80% de los mamíferos marinos, el 15% de los peces y el 50% de las plantas podrían haberse extinguido debido a nuestro desarrollo en el planeta.

Quan la faim ne justifie plus les moyens, editado en Francia por la Asociación para la protección animal L214, en 2019. La referencia al estudio donde aparecen estos datos es: Manuguerra-Gagné R., “L’humain représente 0,01% de la vie sur terre, mais que dire de son impact?”, Radio-Canada, emitido el día 2 de junio 2018, Radio Canada, Renaud Manuguerra-Gagné (consultado el 28 de enero 2019).


Cerca del 85% de la producción mundial de soja se destina a la alimentación animal. En Francia, la mitad de la producción de cereales se destina a la alimentación animal.

Este artículo contiene estos datos y sus fuentes. Otra de las ideas que desarrolla es que si bajase drásticamente el consumo de carne, el precio de los cereales bajaría, se importarían menos y se podrían dedicar a la alimentación local de millones de personas que sufren hambruna o malnutrición en países “en desarrollo,” donde se plantan para ser exportados para la ganadería.


Además:

La ganadería es responsable del 14,5% de las emisiones de gas de efecto invernadero y el 63% de la deforestación de la Amazonia.

El 5º informe del IPCC recomienda una disminución importante del consumo de carne. Seguir las recomendaciones de la Harvard Medical School sería igual de eficaz que reducir a la mitad las emisiones del tráfico vial mundial.


Al final, este artículo que escribo hoy parece una campaña de márketing y lo es. Es la única forma de afrontar y frenar la escampada de mentiras a gran escala. La ignorancia y la muestra parcial de información es nuestra perdición. Como lijadores es nuestro deber y responsabilidad contrastar lo que leemos, conocer las fuentes y distinguir lo que es cierto de lo que no lo es (por mucho que nos gustaría que lo fuese).

Como lijadores es nuestro deber y responsabilidad contrastar lo que leemos, conocer las fuentes y distinguir lo que es cierto de lo que no lo es (por mucho que nos gustaría que lo fuese).

Estoy de acuerdo con Brum en su artículo “La humanidad ha salido mal”. Existe mucho “tierraplanismo”, pero añadiré una impresión personal más en este artículo. Si lijamos hasta la base del problema, veremos que no tenemos conciencia social, que hace mucho tiempo que nos empujan hacia el individualismo y el consumismo. Estamos perdiendo la empatía y la generosidad. La raíz de las reacciones al cambio climático es la pérdida de valores y el orden de las prioridades de cada uno y de todos como sociedad. Es la primera vez en la historia que nos enfrentamos a un enemigo común internacional, aunque esto no implicará que nos afecte a todos por igual. El lugar en el que te encuentres y los recursos que tú y tú país tengáis marcará la diferencia entre vivir, sobrevivir, malvivir o morir. Muchas personas hoy no están dispuestas a sacrificarse ahora ni nunca porque no creen (y tal vez sea así) que sufrirán las consecuencias de un clima agresivo y desmesurado.


En el futuro, el mundo será un lugar diferente al que es hoy. Ha cambiado en los últimos 50 años y lo hará en los próximos 50. Pero nunca antes había estado tan condicionado por el cambio climático. La situación puede verse más o menos grave, pero las medidas y cambios que proponen los expertos a favor de frenar el cambio climático, ¿son tan difíciles de cumplir? ¿Actuar por el bien del planeta y por aquellos en zona de mayor riesgo implica un sacrificio tan grande? ¿Alguno de los cambios supone una amenaza? ¿Para quién? ¿A qué no estamos dispuestos a renunciar? ¿Por qué? ¿Está justificado negarse a actuar?


Creo que es hora de vivir para disfrutar como nunca y para guardar cuidadosamente nuestros recuerdos felices, porque los necesitaremos cuando nos falte la belleza de la naturaleza o la posibilidad de hacer alguna actividad que dejará de existir en un futuro cercano. Al mismo tiempo, es necesario replantearse la vida que llevamos, lo que nos hace felices, lo que necesitamos, lo que creemos que necesitamos, lo que nos importan los demás y lo que sentimos por los que seguirán aquí cuando nosotros ya nos hayamos ido.


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