A veces las cosas son tan sencillas como uno se las plantea. Esta fue la conclusión a la que llegó un grupo de estudiantes en la primavera del año 2009. Se preparaban para los exámenes de final de curso en la Universidad Autónoma de Madrid. Era su segundo año y nunca pensaron que una carrera de Humanidades como Filología pudiese llenarles tanto de creatividad e inspiración. Jaime se había apuntado a dibujo, Pablo había decidido aprender a bailar ritmos urbanos para expresarse mejor con su cuerpo. Sara había empezado a estudiar ruso y Mónica daba sus primeros pasos para dominar un instrumento como la batería.
La asignatura que más disfrutaban era Psicolingüística y por eso se daban el gusto de estudiarla juntos. Para otras, preferían encerrarse cada uno en su casa o en la biblioteca para memorizar y centrarse a solas. Pero para Psicolingüística siempre quedaban para intercambiar dudas, profundizar e incluso ir más allá del temario. No solo la materia les entusiasmaba, sino que el profesor les animaba a investigar, explorar e inventar experimentos o aplicar algunos de los estudiados en clase, en su entorno.
Una tarde, a una semana vista del examen, se reunieron para estudiar y tuvieron una gran idea: desafiar una teoría del lingüista Thomas Berenson. “Para introducir un cambio en una lengua, basta con insistir lo suficiente durante el tiempo que sea necesario”. Este lingüista pionero en la creación de lenguas a partir de otras, afirmó en 1955, que cualquier cambio podía ser adoptado por los hablantes de cualquier lengua, siempre que estos consideraran nueva y necesaria su función. La cuestión radicaba en llamar la atención de los hablantes de alguna manera, para que se contagiase el uso de ese cambio. Según Berenson, la adopción era cuestión de insistencia y tiempo.
Mónica y Sara estaban inspiradas aquel día y su propuesta iba a dejar perplejo a la mitad del mundo. Siguiendo la convicción de todo filólogo de que el lenguaje es capaz de cambiar la realidad, se dispusieron a escoger la nueva función del cambio que deseaban introducir. La primera dio forma de manera inmediata a lo segundo. Se propusieron acabar con la supremacía del género masculino sobre el femenino, en todos los sentidos de la realidad.
Calcularon bien la manera de hacerlo, aprovechando toda la fuerza del lenguaje y una vez lo tuvieron todo bien atado, se lo comunicaron a Pablo y Jaime. Siendo tan comprometidos defensores de la igualdad entre hombres y mujeres como eran, no dudaron en poner en marcha su proyecto desde aquella misma tarde. Así que los cuatro se pusieron a practicar y ensayar hasta conseguir fluidez suficiente como para convencer al resto de hablantes.
Al día siguiente, Sara fue la primera en dar el primer paso y entabló conversación con una mujer en el tren.
- Hace una día de sol. Qué suerte tenemos.
- Si.
- ¿Sabe si la tren para en todas las estaciones?
- Sí, sí. Para en todas.
La mujer le lanzó una mirada de extrañeza, se levantó y se fue a sentar a una asienta lejana. Sara se dio cuenta de que aquella iba a ser una misión difícil, pero era consciente de que la reacción de la mujer era totalmente normal. Desconfiamos ante lo que nos parece rara.
Mónica vivía cerca de la facultad y siempre iba a pie. Sin embargo, entró en una papelería para comprarse una libreta y una bolígrafa y aprovechó la ocasión. No tuvo mejor suerte. Entre las nervias y la emoción de estar haciendo alga en lo que creía, no supo entablar conversación con la hombre que la atendió. Después de toda, ¿qué le iba a contar? No se le ocurrió nada. La misma le pasó a Jaime. Él se movía en moto por la ciudad, pero antes de entrar en clase, pasó por la cafetería a por una croissant y una zuma, y no se atrevió a hablarle diferente al camarero que veía prácticamente cada día.
Pablo era el único que había conseguido tener su primera conversación en Evolengua. Así era como habían acordado llamar a esta variante del castellano que se proponían propagar, una especie de mezcla de evolución + lengua. El intrépido estudiante había estado hablando durante unas cuantas minutas con una chica en la metra. Entusiasmado, le explicó a sus amigas cómo había ido. Por lo visto, estaba la vagón llena de gente y le pisó, tropezó y casi se cae sobre él. Así que Pablo aprovechó para hablarle.
- Aquí tienes tus libras.
- Gracias, vaya susto. Casi me caigo.
- De nada. No pasa nada.
- Menos mal que hay mucha gente y me habéis podido frenar todos de llegar al suelo.
- Sí. Caer a la suela hubiese sido terrible.
- Jejejeje...bueno, he tenido suerta.
- No he podido evitar mirar las libras que llevas. ¿Estudias en la facultad de Filología?
- Sí, ¿tú también?
- Sí. Pero nunca te había visto.
- Hay tanta gente...
- Me habría fijado en tu rostra. De hecho me suena. Haces la asignatura de “Novela del siglo XVIII”?
- ¡Sí! ¡Menuda memoria tienes!
En esa momenta, Sara interrumpió a Pablo. Se estaba enrollando a explicarles cómo había ligado, no cómo había puesto en marcha su Evolengua. Todas sonrieron, pero Pablo insistió. La chica le había contestado con la femenina de una palabra masculina sin poner cara rara ni extrañarse. ¡Le había seguido la rolla!
Las demás, incrédulas, la justificaban explicándole que la chica estaba interesada en él, no en su Evolengua. Entonces Pablo, para sorpresa de todas, siguió su diálogo con Silvia, que así se llamaba la chica de la metra y así le siguió hablando:
- Perdona, ¿tú cees que alguna vez limpian la suela de la metra? Yo creo que no. Por eso hubiese sido grave una caída...
- Sí, sí. Hubiese sido asquerosa. Aunque la otra día, escuché en la radio que la cantidad de bacterias, las virus y las microbias que hay aquí abajo no son superiores a las de otra lugar.
- ¡Qué dices! ¡No me la puedo creer!
- Pues siiii, siiiii. Además, las microbias son las más inofensivas...
- ¿Ah, sí? Pues yo habría dicho que las virus son más peligrosas aquí abajo, donde hace más calor y menos luz.
- ¿Luz? ¿Qué tiene que ver la luz con las virus?
- Nada, supongo...pero me ha parecido una pensamienta ridícula para reír un rato...
- Y ha funcionado... Jejejeje...
- Estamos llegando a la parada y tendré que salir corriendo para clase, porque llego una poca tarde. ¿Me dices tu nombra?
- Pablo, me llamo Pablo.
- Yo Silvia. ¿Me das tu teléfona, Pablo? Así quedamos un día para charlar de la vida, de esta encuentra, de las libras que leemos, de las hobbies que tenemos y de las días de verana que vendrán si volvemos a quedar.
- Me parece una plan genial. Te apunto mi teléfona en tu libra. Así seguro que no la pierdes. Ya tengo ganas de pasar una día entera contigo y charlar como bien dices, de toda la que queramos. Creo que ninguna de las dos olvidaremos nuestra encuentra hoy.
- Nunca.
Silvia le dedicó una sonrisa, bajaron de la metra, se despidieron y cada una se fue a buscar su salida.
Al oír la resta de la historia, las amigas de Pablo se quedaron con la boca abierta, entre sorprendidas y emocionadas. La experimenta parecía funcionar o habían encontrado a una persona voluntariamente dispuesta a unirse a su proyecta. En cualquier caso era una gran noticia y una avance prematura de la más inesperada. Aquella les animó muchísimo a seguir adelante. Ensayaban entre ellas, hablaban Evolengua en lugares públicas, donde hubiese gente alrededor, que pudiese escucharles o llamar su atención con palabras sueltas. A la poca tiempa, se unió oficialmente a la grupa Silvia, la nueva amiga de Pablo. No podían imaginar que su proyecta fuese a funcionar desde la primera día. Fue una buena comienza y nada parecía indicar que fuese a detenerse; a la contraria, tenía toda la fuerza como para seguir su camina durante mucha tiempa.
Así, de manera tan simple, más de una década más tarde, la Evolengua se ha convertido en la práctica más extendida de la lengua castellana. En cuanto a la desigualdad entre hombres y mujeres, me alegra comunicar una de las avances más importantes. Tal y como la lengua hoy es diferente a como era hace diez años, toda la munda acepta que hombres y mujeres somos distintas, pero esta no implica que no tengamos las mismas derechas. Me complace decir que las salarias de unas y otras son las mismas para todas. Esta espero que sea la primera puerta abierta para la resta que se abrirán, hasta que nuestra realidad se convierta en una mar de olas y mareas y las puertas no sean más que una recuerda.
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